Así lo manifiesta Silvio Arias a través de un correo electrónico solicitando su publicación a través del correo del lector. Es para reflexionar luego del inexplicable asesinato de Lucio Dupuy, el nene de 5 años.

por: Silvio Arias
28/11/2021 13:09
fuente: Propia

  El trágico, inhumano y repudiable asesinato del pequeño Lucio, pone en evidencia una vez más –y de la peor manera- el costado perverso y violento de una sociedad quebrada en todas sus formas. Una mezcla de amoralidad, desprecio por la vida del otro, individualismo superficial y materialismo extremo, tiene como resultado final un conjunto de acciones que dan cuenta del deterioro humano, impactando cruelmente sobre los sectores más vulnerables y desprotegidos de la sociedad.

  El tan promocionado “derecho superior del niño” se estrella contra el piso, cuando aparecen casos como el de Lucio, donde niñas, niños y adolescentes son vulnerados desde la acción misma de una justicia fuertemente cuestionada. Justicia que suele considerar “la imagen o rol social” de los abusadores –morigerando sus condenas-, por sobre la integridad psicofísica de un menor violentado. Una justicia que imparte injusticia no cumple con su finalidad, mucho peor si además carece de empatía y sentido común en sus fallos.

  La insistente “revinculación biológica” es otra polémica medida, que en muchos casos termina  “revictimizando” a los menores violentados, bajo la excusa de reconstruir por la fuerza de un dictamen, sentimientos de maternidad, paternidad, protección, amparo y amor, que no pueden ser inventados donde no existen. Miles de padres que no han podido serlo biológicamente, serían felices de poder adoptar niños y niñas en esas trágicas situaciones.

  Lucio no estaba solo en éste mundo, tenía un padre, una madre del corazón, abuelos y tíos que lo amaban y reclamaron por él, ante una justicia ciega, sorda y muda. La misma que deberá hacerse cargo, junto a todos los organismos responsables intervinientes, del calvario vivido por él… Esos adultos –cómplices todos de su muerte- que tenían el poder de decidir sobre su vida, lo abandonaron a su suerte, no padecieron su calvario, no escucharon sus gritos de ayuda. Fue para ellos un expediente más, un caso más, la naturalización insana de la violencia.

  Pero somos muchos más los que no aceptamos más Lucios, más niños y niñas librados a la buena de Dios, por obra de la ineptitud y maldad de quienes deben protegerlos. No está mal aceptar que también existen mujeres violentas y manipuladoras, a cargo de menores. Son muchos los niños y niñas utilizados como botín de guerra en separaciones conflictivas o como excusa para sostener una ayuda del Estado; en todos los casos, la primera ausencia que sufren es el amor que necesitan para vivir, relegado éste a un quinto plano por la irresponsabilidad de quienes nunca han sabido maternar o paternar como se debe.

En su corta y dolorosa vida, Lucio nos deja como mensaje la necesidad imperiosa y urgente de cambiar las cosas, de terminar con éstas tragedias cotidianas que nos aturden por la ferocidad de sus efectos, pero que también nos interpelan fuertemente como sociedad. La niñez debe ser amparada, protegida, cuidada, amada y respetada por los adultos, porque solo ellos son los responsables de su vida, nadie más.

  Hoy Lucio quiere justicia, seamos su voz, su reclamo. Recuperemos por él la condición humana perdida, frente a quienes nunca la tuvieron en la perversión de sus vidas. Honremos su memoria con acciones concretas, por él y por tantxs niñxs que aún sufren la violencia y el maltrato en un silencio atronador. Que su vida no haya sido en vano.- 

Silvio J. Arias.


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