Se cumplen hoy 54 años de una de las finales más recordadas en la historia de la Copa Libertadores de América y la que representó para River Plate el origen del peyorativo mote de “Gallinas”: el 4-2 sufrido con Peñarol de Montevideo en el Estadio Nacional de Santiago de Chile.

20/05/2020 10:16
fuente: Télam

Pocas veces en un partido decisivo en la máxima competencia de clubes en la esfera sudamericana se operó un vuelco así de rotundo en el desarrollo y en el desenlace.

De hecho, según el testimonio de más de un jugador de Peñarol, cuando terminaron el primer tiempo 2-0 abajo y superados de una manera tan ostensible, consideraban utópica la remontada y deducían que después de todo no estaría tan mal perder por poca diferencia.

Hasta los 20 minutos de la segunda etapa River ganaba por 2-0 gracias a sendas anotaciones de Daniel Onega y Jorge Solari.

Sin embargo, ya se había consumado un episodio en apariencia anecdótico que terminaría por cobrar un valor significativo que más de cuatro especialistas considerarían fundamental: la lesión del lateral Alberto Sainz y el reemplazante decidido por el entrenador Renato Cesarini.

En un equipo que había salido a la cancha sin un solo mediocampista de corte defensivo, en lugar de ordenar el ingreso de Daniel Bayo, número 5 clásico, Cesarini optó por el centrodelantero Juan Carlos Lallana.

Durante muchos años se dio crédito a la versión de que Bayo se había negado a jugar de defensor, pero en boca del propio jugador platense, próximo a cumplir 80 años, los sucesos fueron muy diferentes: Cesarini ya había indicado su ingreso, cuando de repente algo lo hizo cambiar de opinión, acaso una sugerente seña del presidente de River, Antonio Vespucio Liberti.

Lo cierto es que River afrontó el segundo tiempo con tres defensores, dos mediocampistas que en la jerga de estos días serían llamados “mixtos” y cinco atacantes: los hermanos Ermindo y Daniel Onega, Lallana, Luis Cubilla y Oscar Más.

Desde luego, jamás se sabrá qué hubiera pasado si en efecto Cesarini habría contado con Bayo, pero lo cierto es que de repente River comenzó a ofrecer ventajas defensivas de todo tipo, en seis minutos Peñarol alcanzó el empate con goles de Spencer y Abbadie y en el tiempo suplementario el propio Spencer y Rocha sellaron el 4-2 a favor del equipo uruguayo dirigido por Roque Gastón Máspoli.

Para River, esa primera final de las siete que jugó por la Libertadores, con cuatro coronaciones y tres reveses, supuso que la comunidad futbolera lo castigara con el hiriente apelativo de “Gallinas”.

En el ya legendario duelo con Peñarol de cuya rúbrica se cumplen 54 años, el primer partido final se jugó el sábado 14 de mayo en el Estadio Centenario y triunfó Peñarol por 2-0 con goles de Julio César Abbadie y Juan Joya, ambos en el último cuarto de hora.

La revancha tuvo lugar en el Monumental el miércoles 18 y la victoria correspondió a River por 3-2 con anotaciones de Ermindo Onega en dos ocasiones, Juan Carlos Sarnari, Pedro Rocha y Alberto Spencer.

El viernes 20 de mayo de 1966, en el Estadio Nacional de Santiago de Chile, ante más de 40 mil espectadores, River formó con Amadeo Carrizo, Eduardo Grispo y Abel Vieytez; Alberto Sainz (Juan Carlos Lallana), Jorge Solari y Roberto Matosas; Luis Cubilla, Juan Carlos Sarnari, Daniel Onega, Ermindo Onega y Oscar Más.

Por su parte Peñarol alistó a Ladislao Mazurkiewicz, Juan Vicente Lezcano y Omar Caetano; Pablo Forlán, Néstor Goncalvez y Nelson Díaz (Tabaré González); Julio César Abbadie, Julio César Cortés, Alberto Spencer, Pedro Virgilio Rocha y Juan Joya.


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