Nosotros y ellos tenemos dos visiones del mundo completamente antagónicas e irreconciliables, por eso somos diferentes, saludablemente distintos.

por: Silvio Javier Arias
30/06/2019 11:28

 

  Ellos son el cambio que no fue, una nueva escenificación de la mentira, la emoción simulada y perversa; la negación de la política como herramienta para alcanzar el bienestar colectivo. La buena intención sin éxito. La sustitución de valores que enaltecen la condición humana, por esos que la degradan y cosifican. Son la imposición de la superficialidad más cínica y absurda, la excusa de la “pesada herencia” para no reconocer su incapacidad ante la administración del país.  

  Nosotros somos la resistencia, el derecho a ser, una verdad que -equivocada o no- se expone sin ocultarse detrás de “buenos modales”. Somos los sobrevivientes de una historia de luchas y muertes, de proscripciones e intolerancias padecidas, de mucho trabajo en pos de aquellos que fueron silenciados por imperio del egoísmo, la explotación y la negación de derechos humanos fundamentales.

   Ellos son el diálogo vacío para llegar a ningún lado, el simulacro de un interés colectivo que no existe. Quienes te prestan la oreja para quedar bien, para no ser tan evidentes y demostrar que en el fondo no les importa lo que estás diciendo, reclamando, exigiendo o defendiendo. Porque ellos protegen un solo interés, “poderoso y exclusivo”, el de ellos mismos. Son la pobreza humana en toda su expresión.

   Nosotros somos la búsqueda de una vida digna, tranquila, medianamente previsible y sencilla. Somos el ascenso social conseguido en base al esfuerzo físico e intelectual, luego de haber metido las patas en la fuente de la historia, para nunca más volver a ocultarnos detrás de los poderosos. Somos escuelas, hospitales, universidades, viviendas, rutas, fábricas, ancianos y niños amparados, bienes públicos y recursos naturales defendidos para el beneficio de todos, sin exclusiones ni “favoritismos de ocasión” con peso electoral. Somos la incomodidad de los acomodados.

   Ellos son la visión sesgada y tilinga de un mundo para pocos, selectivo, excluyente, incapaz de sentirse parte de un todo y con todos. Para ellos el dinero califica a las personas, las hace mejores, “exitosas”. Son los portadores de una estúpida euforia de clase que no reconoce al otro, llegándolo a ubicar en un rol secundario sin voz ni derechos. 

   Nosotros queremos un país digno, orgulloso, soberano, respetuoso de sus ciudadanos y defensor de sus derechos e intereses. Para nosotros la Argentina no es negocio, es una posibilidad para alcanzar el sueño común de ser felices sin lastimar ni excluir a nadie. Creemos que éste suelo en común, es la mejor plataforma para la unidad nacional, junto a nuestra historia, personalidades destacadas, ideologías, potencialidades y creencias populares. Por ello vale la pena defenderlas, ante la más cruda adversidad, en el contexto de una práctica democrática real, amplia y activa, excediendo el espacio mismo de la política tradicional.

   Ellos y sus cómplices, quieren en cambio un país de rodillas, sumiso, mendigando la aceptación de los poderes externos, sometido a sus designios y entregando pasivamente sus riquezas. Para ellos la soberanía política, alimentaria, cultural, económica, territorial o aérea no son más que bonitas proclamas sin mayores demandas, plausibles de ser entregadas “al mejor postor”. Ya sabemos que el mercado no tiene patria ni bandera, mucho menos ética, cargo de conciencia o moral. Ellos son el hambre, la desocupación, el cierre de fábricas, la falta de inversión en salud y educación Son la muerte de los sueños y utopías, la tristeza e impotencia ante tanto atropello inmerecido.

   Nosotros y ellos tenemos dos visiones del mundo completamente antagónicas e irreconciliables, por eso somos diferentes, saludablemente distintos. Por ejemplo, mientras unos quieren y justifican la desigualdad económica y social, otros la combatimos sobre la base de un acceso real de oportunidades, promoviendo la capacidad realizadora y superadora del ser humano, cuando es dueño de su destino.  

   Mientras unos esperan que el mercado derrame graciosamente sus “sobrantes beneficios” sobre los sectores más desprotegidos de la sociedad, otros creemos que el Estado -como orientador del bien común- es quien debe equilibrar la balanza en favor de éstos, no con dádivas o asistencialismo, sino con derechos y obligaciones. Esa es la justicia social, que bien entendida empieza por casa.

    Frente a la apatía humana, la improvisación política y la indolencia social, nosotros deseamos una relación armoniosa y pacífica entre los sectores sociales que componen nuestra comunidad, sin grietas evitables, al arbitrio de un estado genuino de derecho. Como ya lo hicimos en La Pampa, en las próximas elecciones generales nos elegiremos a nosotros mismos frente a ellos, para seguir militando la utopía de alcanzar un país mejor para todos, un país sin mentiras… el país del abrazo fraterno que nos merecemos, más justo y solidario.-   

 

*Silvio Javier Arias

DNI: 24.499.738


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